martes, 18 de septiembre de 2012

Todavía no lo pueden creen

Seguramente todavía están discutiendo entre ellos porque no lo pueden creer: fue una movilización masiva  a nivel nacional, pese a que lo quieren restringir a la ciudad de Buenos Aires.

Estoy convencido que fue un shock muy grande. Un golpe a la mandíbula del ego de la presidente y sus seguidores más estrechos. Una patada al modelo. Una plantada de bandera a la patota oficial y a la amenaza de tenerle miedo.

La descalificación del gobierno y sus voceros a la gente que participó y a la propia movilización, demuestra claramente que sintieron el impacto. No se lo esperaban y mucho menos, de aquellos que nunca protestan. Familias enteras, sin micros, sin choripanes, sin aprietes, sin punteros, sin banderas políticas ni sociales, dijeron ¡basta!

Las frases fueron de antología: "Una movilización de la izquierda junta la misma cantidad de gente";
"Los opositores deberían armar un partido y ganar las elecciones"; "Les preocupa más lo que sucede en Miami que acá"; “Si uno miraba TN parecía que estaba la Plaza (de Mayo) llena, aunque ni siquiera pisaban el pasto para no mancharse”;  “Fueron todos bien vestidos, eran de clase media alta”; “Fue absolutamente funcional a las corporaciones; "Me dan asco los que marcharon"

Como se refirió Van del Kooy "Son sin dudas críticas burdas y reduccionistas pero altamente efectistas, que remiten a un odio de clases que evidencia una gran paradoja a considerar: aquellos que cuestionan a las clases medias que se manifestaron disfrutan del confort económico propio de las clases altas gracias a su acomodo en el poder político.

Lo que subyace a este tipo de cuestionamientos clasistas es claro: sólo a determinados sectores sociales les sería legítimo manifestarse. Ese es el fundamento escondido. Nada más contrario a los valores que debería resguardar una verdadera democracia.

Los concurrentes a la marcha del 13 de septiembre no eran pobres, es cierto; eran en su mayoría gente proveniente de la clase media que sostiene, con su sudor y su trabajo, todo el descomunal peso del sistema asistencialista confeccionado por quienes se dan el lujo de desmerecerla."


Y agrega "Si algo dejó en claro la manifestación del 13 de septiembre, es que la Argentina está socialmente dividida y que las grietas se seguirán abriendo gradualmente. El periodista ultrakirchnerista Eduardo Aliverti lo sostuvo con claridad: “Quiero tener con quienes fueron al cacerolazo una profunda división. Quiero a esa gente cada vez más lejos”.

 Otro aspecto que logró esta movilización, fue dejar bien claro que medios están bajo la órbita del gobierno y la mala estategia del oficialismo en su tratamiento. Pablo Sirvén en La Nación lo describe muy bien: "La negación es un cuadro típico del diván psicoanalítico. Cuando nos acorrala un problema delicado, la tentación de desconocerlo es un fallido mecanismo de autopreservación que sólo posterga lo que, de todos modos, en un momento deberemos afrontar. 

Algo de eso hubo, tanto en el Gobierno, como en su caja preferida de resonancia, los medios oficialistas. Tendieron a ningunear, quitarle importancia o se mofaron de las protestas que tuvieron lugar en la noche del jueves último, tanto en distintos puntos de la ciudad de Buenos Aires, con centro en Plaza de Mayo, como en varios lugares del interior del país.

Comparando con la anterior ofensiva callejera anti-K -durante el conflicto con el campo, en 2008, cuyos efectos el oficialismo pagó en las urnas al año siguiente-, esta vez la cobertura televisiva fue mucho más restringida porque los nuevos medios K, y los cooptados por el Gobierno, le restaron trascendencia o prefirieron mirar para otro lado. La ocasión sirvió para demostrar que ésa es la verdadera y última intención del Gobierno: no se trata de conseguir que haya una mayor y real diversidad de medios frente a los tradicionales, sino que los nuevos respondan por acción u omisión a la Casa Rosada, mientras el movimiento de pinzas se cierra sobre los que tienen audiencias y lectorías genuinas. Paradójicamente lo único que lograron es regalarle una mayor audiencia "concentrada" a TN y El Trece (ambos medios del Grupo Clarín), que consiguieron así un rating inusitado, en tanto las señales oficialistas se hundían en soledad."

Ni hablar lo que publicaron los medios escritos al día siguiente.

Quedaron groggys y todavía no reaccionan. Y, de la misma manera que "Maravilla" Martinez en su último round, están tirando golpes de puño a diestra y siniestra, esperando que pasen los segundos.

La gran diferencia, es que nuestro boxeador se alzó con la corona mundial. Mientras que, nuestra reina, todavía le quedan muchos rounds para pelear.




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